viernes, abril 22, 2016

sobre shakespeare





Hace algunas semanas, la revista Letras Libres me encargó una reseña extensa, muy al estilo angloamericano, de dos estudios biográficos sobre William Shakespeare: El espejo de un hombre, de Stephen Greenblatt (edición española, recién aparecida, de su libro de 2004 Will in the World); y 1606: William Shakespeare and the Year of Lear, del gran James Shapiro.

La reseña ha sido incluida en el dossier del número de abril de la revista y puede leerse ahora en la red, bien en pantalla o descargando el pdf correspondiente. Disfruté mucho escribiéndola. Y fue también, de paso, una forma de hacer rodar mi viejo motor filológico. (Ese mismo que me hace cabecear con incredulidad cuando leo que Shakespeare escribía en un inglés «grecolatino, sublime, que dice las cosas en su transparencia encendida», según afirma en El Cultural un poeta de mi quinta con no menos sublime y encendido atrevimiento; pero dejémoslo estar).


Stephen Greenblatt, El espejo de un hombre. Vida, obra y época de William Shakespeare, traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda, Debolsillo, Barcelona, 2016, 538 págs.

James Shapiro, 1606. William Shakespeare and the Year of Lear, Faber & Faber, Londres, 2015, 424 págs.

domingo, abril 17, 2016

w. b. yeats / la belleza viviente


 
 
John Collier, Lady Godiva, c. 1897


Pujé, pues se agotaron la mecha y el aceite
y yacen congelados los cauces de la sangre,
por que mi corazón descontento gozara
de bellezas fraguadas en un molde de bronce
o de aquella que emerge en mármol deslumbrante,
que emerge, pero vuelve a irse cuando nos vamos,
y es más indiferente a nuestra soledad
que cualquier espejismo. Qué viejos somos, corazón;
la belleza que vive es de los jóvenes:
no podemos rendirle su tributo de lágrimas salvajes.


trad. J.D. / el original, aquí

miércoles, abril 13, 2016

verso / prosa


Heaney, de nuevo:

…all the fleeting, fitful anxieties that afflict
the literary translator.

Así termina el breve prólogo que antepuso a su traducción del libro VI de la Eneida, que ahora se publica póstumamente: «…todas las breves, intermitentes ansiedades que afligen / al traductor literario». Sólo que yo he optado por dividir la línea de prosa en dos versos de vieja y grave sonoridad anglosajona: esa aliteración simultánea de la f y la i en sílabas acentuadas (bien es verdad que una i es larga y las dos restantes breves, pero aún así), la pausa entre hemistiquios después de «fitful», el anapesto de «anx-i-e-tís» preparando el terreno para el acento final –en agudo– del primer verso…

La poesía como una segunda naturaleza, que asoma cuando menos se la espera; o más bien, porque no se la espera.



viernes, abril 08, 2016

7 cuervos


 
 


El alivio de caminar por una niebla real.



Mientras está en un sitio, nadie muere. Pero no para de viajar, de cambiar de vida, y nadie establece la correspondencia.
La desesperación de no poder estar en todas partes a la vez le hace envejecer antes de tiempo.



Frases afiladas, mordientes; frases con que taladrar la caja y abrir respiraderos.



Meteorólogos del aliento: estudian los flujos y corrientes, las idas y venidas del aire que respiramos.



Palabras que planean como cuervos sobre el campo de trigo de los días.



Calles sombrías, hostiles, que nos obligan a dar un rodeo. Nunca se lo agradeceremos bastante.



Nada por aquí, nada por allá, pero ahí lo tienes, pidiendo el aplauso del respetable como un vulgar ilusionista.


miércoles, abril 06, 2016

notas de un impostor / 7


El minimalismo no puede ser un remedo de ascesis que ignore o haga de menos al cuerpo, que es precisamente el lugar donde debe comenzar –donde cobra sentido– la renuncia ascética: disciplinar sus exigencias, lidiar con sus humores y su inmundicia, estar en la carne hasta olvidarse de ella. Ser un asceta prescindiendo del cuerpo es algo más que hacer trampa: es, literalmente, un ejercicio de superficialidad. El despojamiento no es un ámbito al que se llegue por sublimación o enrarecimiento, rodeando los territorios del cuerpo grosero: es una realidad que está al otro lado de la materia, que surge de darse de cabezazos contra ella, empezando por la propia carne y sangre. Terquedad, insistencia: si no seguimos ese hilo de Ariadna, si no atravesamos el laberinto hasta dar con el monstruo que (también) somos, es que no hemos entendido nada. La renuncia nunca puede ser de antemano.

domingo, abril 03, 2016

charles simic / sobre mí mismo





Soy el rey sin corona de los insomnes
que sigue espantando a sus fantasmas con un sable,
un estudiante de los techos y las puertas cerradas
que apuesta a que dos más dos no son siempre cuatro.

Una vieja alma jovial que toca el acordeón
en el turno de noche de la morgue.
Una mosca que huyó de la cabeza de un loco
para darse un respiro en la pared vecina.

Descendiente de herreros y curas de pueblo:
un ayudante de escenario malhumorado
de dos célebres e invisibles maestros ilusionistas,
uno llamado Dios, el otro Diablo, asumiendo, claro está,
que soy la persona que me figuro ser.



trad. J.D / el original, aquí




Este es uno de los nueve poemas de El lunático (2015) de Charles Simic que acaban de aparecer en el último número de la revista Turia. Lo hacen gracias a la gentileza de su director, Raúl Carlos Maícas, y son un adelanto del poemario –el más reciente de su autor– que Vaso Roto Ediciones publicará el curso que viene. A Simic no habrá que presentarlo a estas alturas. Sus poemas tienen algo de truco de ilusionista (como los que menciona en la estrofa final): lo vemos venir, creemos saber a qué juega, y sin embargo siempre acaba sorprendiéndonos. Ya puestos, he aprovechado para retocar ligeramente la traducción del cuarto verso (un despiste que me saltó a los ojos cuando abrí la revista; ¿por qué será que uno sólo tiene ojos para sus propios fallos?).

viernes, abril 01, 2016

notas de un impostor / 6





Eso que escribes son cartas diferidas, palabras a destiempo que nunca llegarán a su destinatario, respuestas a preguntas que alguien planteó hace mucho, cuando responder habría servido de algo. Toda escritura es tardía por definición, esto es, inútil a efectos prácticos, porque supone una relación con el tiempo que nada tiene que ver con el paso del reloj o del calendario; y que tampoco se corresponde con las habituales cadenas de causa-efecto que sostienen nuestro día a día. La ocasión visible o aparente del libro es sólo una coartada, una especie de Macguffin que desvía la atención del motivo real que lo originó. Pero tardía no quiere decir impertinente. Porque esa relación peculiar con el tiempo presupone –a menudo contra toda expectativa sensata– la existencia de un lector para quien el libro llega siempre en el momento justo.