sábado, junio 29, 2013

let it go





Ciertas renuncias personales pueden ser convenientes y hasta liberadoras para quien las asume, pero dejan un yermo, un vacío intratable, a quienes le rodean o le suceden en el tiempo. Claro que, ¿quién puede medir o evaluar las consecuencias de nuestro hacer –o mejor, de nuestro no-hacer– en el futuro? De manera que a la renuncia le siguen toda clase de pequeñas compensaciones con que variar o subsanar, siquiera un ápice, el rumbo establecido. Al final, el conjunto de añadidos corre el riesgo de desdibujar la abdicación inicial. Por eso decimos que la vida es una suma de pequeños gestos, de detalles solo en apariencia incongruentes. No vemos la dejación ahí detrás, pero está, existe, alienta desde el hueco mismo que ha dejado igual que un agujero negro gobierna más allá de su horizonte de sucesos. Y el término de los astrónomos no puede estar mejor escogido: sí, la renuncia implica –paradójicamente, acaso– un horizonte de sucesos, un marco de proyecciones y posibilidades al que no es posible sustraerse y que da la medida de nuestros pasos, de todo cuanto hacemos y dejamos de hacer. Pero el problema, para las estrellas vecinas, es que su luz o su materia no se curven hasta caer en el agujero, no dejarse arrastrar por el campo gravitatorio del gran hueco.

Los que tenemos hijos sabemos bien hasta qué punto ciertas renuncias –empezando por las más triviales– pueden ser un privilegio del que es obligado, a su vez, renunciar, para no interferir en su desarrollo o reducir el número y la calidad de las herramientas con que han de entrar en la vida. Dicho crudamente: ellos no tienen la culpa de nuestras limitaciones. Aunque si algo distingue a los hijos es justamente su destreza para ubicar la limitación de los padres, su flanco débil, y golpear ahí cuando es preciso (todo hijo acaba siendo un cuervo para sus padres, al menos por un instante). ¿Así que, haga lo que haga, está uno condenado a hacerlo mal? En gran medida, y la única forma de reducir o amortiguar el golpe es mantener abierto el abanico de vida comunicable, hacer que el aire fluya. They fuck you up, your mum and dad. / They may not mean to, but they do, escribía con humor exasperado Larkin (en la traducción de Francisco Rico: ¡Anda que tus papás bien te jodieron! Queriendo o sin querer, la jorobaron), pero el axioma no está escrito en piedra ni es irrevocable. Hay un grado de consciencia que supone admitir, sin derrotismos, nuestra naturaleza falible. Sí, todos nuestros actos, también nuestros no-actos, nuestras dimisiones, están sujetos a la injerencia de ese trickster que llevamos dentro y que malogra eso mismo que tratamos de fundar. Somos nuestro enemigo más íntimo y no obstante, como la paloma de la metáfora kantiana, sin la fricción y el debate con ese enemigo seríamos muy poco, tal vez nada. Retirarse, renunciar, significa en el mejor de los casos fundar un centro invertido, sombrío, que tira de su entorno y lo deforma; en el peor, dejar un terreno baldío que la maleza inundará muy pronto, hasta asfixiarnos.

miércoles, junio 26, 2013

agenda / 2





Lo anuncié hace dos o tres semanas, y lo cumplo ahora. Es hora de colgar la traducción de mi poema «Sin título» que Lawrence Schimel hizo el año pasado y que la revista inglesa Agenda acaba de publicar en su número más reciente, el 47. Lawrence ha hecho un trabajo espléndido y leo el poema como si lo hubiera escrito otro; en realidad, es así.

Recibí la revista hace algunos días y, como siempre, me asombra la riqueza y variedad de su índice. También la sobriedad casi espartana del diseño: formato libro, un poema por página, ensayos y reseñas a palo seco, todo impreso a una tinta, con una tipografía clara y legible, en un sencillo papel offset. Nada de lujos asiáticos ni formatos imposibles. Allí ya saben lo que es la austeridad en cultura desde hace años (y no siempre para bien, todo hay que decirlo). Agenda vive de las suscripciones de sus lectores y de una pequeña partida de dinero del Arts Council que no conviene derrochar, porque de ella depende la supervivencia de la revista. Acostumbrado a los hermosos y cuidados diseños de algunas revistas españolas, la parquedad (la pobreza, casi) de Agenda impresiona. Pero uno empieza a leer y pronto se olvida de estos detalles; lo importante, una vez más, es la poesía, la calidad y fuerza del pensamiento, y en Agenda la poesía –pensada, escrita, vivida– es el centro imperioso de la revista desde la página uno.

lunes, junio 17, 2013

rojo y azul

  



Sí, algunos no dejamos de tropezar en la misma piedra, pero siempre con la esperanza de salir rebotados a un lugar más interesante.



El miedo de la sangre conforme se aleja del corazón. El miedo de la sangre conforme se interna en las galerías oscuras de la carne.



Uno que ríe a carcajadas para mantener a raya a los demás.



Los latidos del corazón, esperando su gran momento, y luego ¡qué breve todo! Somos los legatarios de su decepción.



Cada tiempo concibe sus propios problemas.



Toma impulso hasta para callar.



jueves, junio 13, 2013

stephen romer / poema



Presas,
las mimbreras enrojecidas
bruñen
arena y nieve,

vellos de hielo
se encrespan en su lomo
este Loira indolente
charrie son troupeau

pero también aquí
en las mimbreras, bajo el agua,
hay calor,
trazos dorados, terracota,

su mano en mi mano
curso que fluye
pureza de la vida
desde aquí y desde ahora


[trad. J. D.]




Hace casi año y medio el poeta inglés Stephen Romer (Hertfordshire, 1957) compartía con sus corresponsales uno de sus últimos poemas, una pieza breve y delicada, muy en su estilo, que iba acompañada de varias fotografías invernales del río Loira entre hielos y nieve. Romer se prodiga muy poco en la red, así que recibir un mensaje suyo es casi un acontecimiento, y más si incluye un poema inédito. Desde el pueblo de Mosnes, muy cerca de la ciudad francesa de Tours, donde da clase y reside desde hace treinta y dos años (afortunado él), Romer ha hecho una poesía que se distingue netamente de la de sus contemporáneos por su capacidad para incorporar las vetas más líricas y esenciales de la poesía francesa contemporánea. Gran traductor de Yves Bonnefoy (L’Arrière-pays) y de Philippe Jaccottet, entre otros, es autor de una obra escueta pero compacta, inconfundible: sus cuatro libros hasta la fecha son como las cuatro paredes de una habitación en la que todo sucede un poco más despacio de lo habitual, a media voz, como si la vida misma fuera su fantasma o su fotografía. Ese cuarto es justamente el Yellow Studio [Estudio amarillo] que da nombre a su último poemario (de 2008), el espacio doméstico donde Romer se refugia del mundo para estar más cerca de él.
  
Hice una primera versión de estos versos sobre la marcha, pero no quedé contento. Y casi me había olvidado de ellos, un año después, cuando abrí una carpeta y allí estaban, pidiendo casi a gritos que los reescribiera. Así lo he hecho, y este es el resultado, que acompaño de un par de aquellas fotos crepusculares de los bancos nevados del Loira que nos envió su autor: me encanta esa mezcla del granate borroso de los árboles y el azul turbio de la corriente, el blanco azulino de la nieve. Y el poema es muy hermoso. Un poema de amor, sí, y tan sutil y reticente que nos deja con ganas de más, mirando por encima del hombro de quien habla, mirando las aguas heladas del río.


Sealed in
the reddened sallows
burnish
the sand and the snow,

hackles of ice
raised on her back
sluggish Loire
charrie son troupeau  

but even here
in the sallows, underwater,
there is warmth,
goldblock, terracotta,

her hand in mine
the current running
purity of life
henceforth and hereafter



lunes, junio 10, 2013

aforisma, que algo queda




Corre desde hace semanas por las mesas de novedades un libro que viene a llenar una pequeña laguna en nuestra literatura reciente. Se titula Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos (1980-2012), lo publica la editorial asturiana Trea, y es exactamente lo que dice en la cubierta: una antología de los aforistas españoles que han publicado su trabajo a lo largo de las últimas tres décadas. Su autor, José Ramón González, profesor de literatura española en la Universidad de Valladolid, ha hecho la selección después de haberse leído hasta la más pequeña colección de astillas verbales que alguien haya tenido la ocurrencia de publicar entre nosotros, y ha escrito un estudio previo que es un modelo de orden, claridad expositiva y sutileza conceptual: el tema lo exige, la verdad, porque pocos géneros plantean tantos problemas de caracterización como el aforismo, que puede ser y no ser al mismo tiempo sentencia moral, juego de ingenio, apunte narrativo, chispazo metafórico y capricho verbal. También antepone a cada selección un breve comentario que describe y explica la obra de su autor con una prosa que es todo un ejemplo de lo que debe ser la escritura académica: rigurosa y perspicaz, cordial y accesible. Un gusto, vaya.

La nómina, amplísima, arranca con Carlos Castilla del Pino, Cristóbal Serra y Carlos Edmundo de Ory (un trío que ejemplifica muy bien la diversidad de propuestas que acoge el volumen) y termina con autores nacidos a finales de los años setenta. Por el camino, nombres como los de Antonio Fernández Molina, Rafael Sánchez Ferlosio, Rafael Pérez Estrada, Carlos Pujol, Rafael Argullol, Ramón Andrés, Fernando Aramburu, José Mateos o Andrés Neuman, por nombrar unos pocos. Se incluyen también, me alegra decirlo, algunas de las «hormigas» que he ido publicando desde hace diez años. En fin, que estoy encantado con el libro. Son casi 350 páginas, pero en formato de bolsillo: caben bien en cualquier carpeta y también en la mesita de noche. Hay que afinar los ojos porque el cuerpo de letra es pequeño pero abundan las líneas en blanco, los espacios donde perderse cada vez que leemos algo que nos conmueve o nos pasma.
 
*

Por cierto, acaba de aparecer en la red una breve selección de mis aforismos en traducción italiana (con el original español). La «culpa» es del escritor Fabrizio Caramagna (Turín, 1969), creador y responsable de Aforisticamente, una página asombrosa, dedicada íntegramente al aforismo, en la que se recoge el trabajo de escritores de casi todo el mundo. Ahora le ha llegado el turno a este ocioso domador de hormigas. Caramagna ha montado su particular hormiguero (qué curioso comparar lo que cada cual selecciona del trabajo de uno) y ha escrito una breve semblanza crítica en la que me reconozco sin dificultades. Estoy encantado, por supuesto. Si digo tonterías, al menos suenan en italiano...! Grazie mille, Fabrizio.