jueves, diciembre 19, 2013

a medias


Leo el libro de un contemporáneo tenido por cordial y accesible, y me doy cuenta de que apenas comprendo la mitad de los poemas, que sin embargo hablan de sucesos y escenas cotidianas y hasta banales. Es como si tuviera miedo de llamar a las cosas por su nombre pero tampoco se decidiera a llamarlas por un nombre de su propiedad. Su apocamiento me sorprende y me impacienta, como quien se ofrece tibiamente a invitar, y aventura incluso una mano en el bolsillo, a sabiendas de que será otro –mira que no seas tú– quien pague la nota.

2 comentarios:

J.Luis Gómez Toré dijo...

Estupenda entrada... En cuanto a ese contemporáneo, se me ocurren unos cuantos candidatos (pero yo tampoco diré ningún nombre).

Jordi Doce dijo...

Gracias, José Luis. Ya sabes, se dice el pecado pero no el pecador... Supongo que lo que me interesa es el síntoma, sus efectos...