sábado, enero 31, 2009

un gato llamado jeffrey

Christopher Smart (1722-1771), una de esas rara avis que pueblan el siglo dieciocho inglés, escribió Jubilate Agno al final de su vida, cuando vivía confinado en un manicomio y sólo algunos amigos cercanos, entre ellos Samuel Johnson, sabían de su vida. Jubilate Agno es un poema de acción de gracias a Dios y a la vez un canto de alabanza al mundo físico y a sus accidentes, entre los que su gato Jeffrey, que lo acompañó en su confinamiento, tiene un lugar de honor. Así, entre loas al Señor y azarosas referencias bíblicas, Smart va deslizando ingenuidades y guiños cultos, neologismos y juegos de palabras, detalles grotescos y sorprendentes, y el resultado es un poema excesivo, un prodigio de humor que mezcla referencias y planos de discurso con el pulso ensimismado y lúdico de un niño.

La vida de Smart se divide en una primera etapa de éxitos y reconocimientos seguida de otra de privaciones e incomprensión al verse incapaz de controlar sus deudas y su inestabilidad emocional. Fue arrestado en 1747 y en 1756 encerrado en el Hospital de San Lucas, donde escribió la poesía por la que es recordado ahora. Con todo, el fragmento gatuno de Jubilate Agno me parece ahora no tanto la obra de un loco como de alguien cuya sensibilidad ha alcanzado un grado máximo de tensión: la más ligera vibración del aire o de la tierra lo hace temblar. Una aparente fragilidad que, sin embargo, no le impide jugar con el mundo y bañarse en el agua de las apariencias inmediatas.


Jubilate Agno (fragmento)

Pues he de alabar a mi gato Jeffrey.
Pues es un sirviente del Creador, a quien sirve diaria y debidamente.
Pues con el primer rayo de la gloria de Dios en el Este lo adora al estilo gatuno.
Pues lo adora doblándose sobre sí mismo siete veces con rápida elegancia.
Pues salta para adueñarse del almizcle, que es la bendición con que Dios responde a su plegaria.
Pues rueda de alegría para absorberlo.
Pues habiendo cumplido con su deber y recibido la bendición divina empieza a pensar en sí mismo.
Pues procede en diez etapas.
Pues en primer lugar inspecciona sus zarpas delanteras para ver si están limpias.
Pues en segundo lugar se rasca el trasero para limpiarlo.
Pues en tercer lugar se estira con las zarpas delanteras extendidas.
Pues en cuarto lugar afila sus zarpas en una estaca.
Pues en quinto lugar se lava.
Pues en sexto lugar rueda sobre sí mismo.
Pues en séptimo lugar se despioja, para hacer más efectivas sus rondas.
Pues en octavo lugar se frota contra un poste.
Pues en noveno lugar alza los ojos, esperando instrucciones.
Pues en décimo lugar sale en busca de alimento.
Pues habiendo pensado en Dios y en sí mismo, empieza a pensar en su vecino.
Pues si se cruza con otra gata la besa con ternura.
Pues cuando atrapa a su presa juega con ella para darle una oportunidad.
Pues un ratón entre siete escapa gracias a sus devaneos.
Pues cuando termina su ronda diurna empieza su verdadera tarea.
Pues vigila al adversario del Señor en la noche.
Pues confunde a los poderes de la oscuridad con su piel eléctrica y sus ojos cegadores.
Pues confunde al Diablo, que es muerte, al saltar nervioso de vida en vida.
Pues al amanecer ama al sol y el sol le ama.
Pues pertenece a la tribu del Tigre.
Pues si el Gato es el Querubín el Tigre es el Ángel.
Pues tiene la sutileza y el bufido de la serpiente, que por bondad suprime.
Pues no causará destrucción si se le alimenta bien, ni escupirá sin ser provocado.
Pues ronronea agradecido cuando Dios le dice que es un buen Gato.
Pues instruye a los niños en la benevolencia.
Pues toda casa está incompleta sin él, y el espíritu no se siente del todo bendecido.
Pues al huir de Egipto los hijos de Israel, el Señor habló de gatos con Moisés.
Pues cada familia se llevó al menos uno consigo.
Pues los Gatos Ingleses son los mejores de Europa.
Pues es el cuadrúpedo más limpio en su uso de las zarpas delanteras.
Pues su destreza en la defensa es un ejemplo del inmenso amor de Dios.
Pues es la más rápida de las criaturas.
Pues es tenaz en la defensa de su territorio.
Pues es una mezcla de gravedad y ligereza.
Pues sabe que Dios es su Salvador.
Pues nada hay más dulce que la paz de su sueño.
Pues nada hay más ágil que su vida en movimiento.
Pues es pobre y bienaventurado a ojos del señor... mas ¡pobre, pobre Jeffrey!, la rata te ha mordido la garganta.
Pues bendigo el nombre del Señor al ver que Jeffrey mejora.
Pues el Espíritu Santo llega hasta su cuerpo y lo sostiene y lo completa.
Pues su lengua es tan pura que tiene de pureza lo que no tiene de música.
Pues es dócil y puede aprender ciertas cosas.
Pues puede sentarse gravemente, lo que muestra paciencia en la aprobación.
Pues puede traer y llevar objetos, lo que muestra paciencia en el trabajo.
Pues puede saltar sobre un palo, lo que prueba sin lugar a dudas su paciencia.
Pues puede tumbarse si se le ordena.
Pues puede saltar de lo más alto al regazo de su dueño.
Pues puede atrapar un corcho y echarlo a rodar de nuevo.
Pues es odiado por el hipócrita y el avaro.
Pues éste teme ser descubierto.
Pues aquél niega los cargos.
Pues dobla su espalda como un camello al pensar en su tarea.
Pues es hermoso pensar en él, a condición de que nos expresemos con propiedad.
Pues fue muy útil a Egipto por sus señales y posturas.
Pues mató a la rata de Icneumon, que daña la tierra.
Pues sus oídos son tan finos que saltan sin descanso.
Pues esto explica la rapidez con que se incorpora y atiende.
Pues al acariciarlo he descubierto la electricidad.
Pues percibo en él la luz de Dios, la cera y el fuego.
Pues el fuego eléctrico es la sustancia espiritual que Dios envía desde el cielo para sustentar los cuerpos de los hombres y las bestias.
Pues Dios lo ha bendecido al darle tantos movimientos.
Pues, aunque no puede volar, es un escalador consumado.
Pues domina más movimientos que cualquier otro cuadrúpedo sobre la tierra.
Pues puede seguir todos los compases musicales.
Pues puede nadar para salvar su vida.
Pues puede arrastrarse.


Escrito ca. 1760
Fecha de publicación: 1939


Trad. J.D.

viernes, enero 30, 2009

aparición

Desde nuestro Avilés (y el de algún amigo más), el poeta Luis Miguel Rabanal me pidió hace unos días un poema inédito que ha tenido la gentileza y la generosidad de publicar en su bitácora. Obrigado, Luis Miguel. Lo mejor, en estos casos, es quedarse un buen rato más paseando por sus rincones. Vale la pena.

jueves, enero 29, 2009

2 astillas

Frases muy particulares que no sólo valen menos fuera de su contexto original, sino que pierden todo su valor en otras bocas: están asociadas a sus dueños como el pétalo a la flor. Decirlas es un pecado de nuevo rico, la demostración más palpable de que no se ha entendido nada.

*

Palabras que abandonan su lugar en la frase y vagan, como gatos raídos o viejos elefantes, buscando un lugar tranquilo donde caerse muertas.

martes, enero 27, 2009

pound

Diría que los Cantos más hermosos de Ezra Pound (1885-1972) son los primeros, donde la arbitrariedad y la incoherencia estructural todavía no han hecho de las suyas, y también los fragmentos finales, breves astillas líricas donde refulgen frases en las que Pound hace balance, por lo general amargo, y trata de enmendar sus errores y «pecados». Este fragmento, en concreto, incluye un autorretrato irónico y memorable que es, además, un intento bastante honesto de explicar (y perdonarse) sus propios actos. «Una carcasa hinchada y sin aliento / pero aún la luz canta eterna…»


Del «Canto CXV»

Los científicos viven en el pánico
    y la mente europea se ha estancado
Wyndham Lewis prefirió la ceguera
    a dejar que su mente se estancara.
Noche entre garofani, bajo el viento,
    casi quietos los pétalos.
Mozart, Linneo, Sulmona,
Cuando nuestros amigos se odian
    ¿cómo puede haber paz en este mundo?
Sus asperezas me entretuvieron cuando era joven.
Una carcasa hinchada y sin aliento
    pero aún la luz canta eterna
un pálido destello en la marisma
    donde el heno salado murmulla a la marea
Tiempo, espacio,
    ni vida ni muerte son la respuesta.
Y del hombre que busca el bien,
    que hace el mal.
In meiner Heimat
    donde los muertos caminaban
       y los vivos eran de cartón.


Trad. J.D.

lunes, enero 26, 2009

la espera del lector

Un hombre, lo llamaremos B., que tiene la costumbre de comprar las ediciones originales de los libros que más le han gustado o de los que tiene mejor recuerdo. Como no sabe idiomas, se ve forzado a leerlos en español. Con el tiempo ha adquirido un raro talento para detectar de inmediato la frase o la expresión mal traducida, la glosa pleonástica, la contradicción oculta hasta para los correctores; ha logrado identificar las mejores ediciones y los traductores de confianza, nada ni nadie se le escapa, pero esto en realidad le importa poco. Cuando un libro le gusta, cuando ha hecho mella en él, adquiere por correo o con ayuda de su librero la edición original. No le importa esperar. Tampoco no entender una palabra cuando lo recibe. Lo fundamental es la compra, cruzar el puente que lo separa de la raíz. Luego reúne el libro en su idioma original con otros ejemplares de la misma especie: páginas en inglés, francés, alemán, italiano y otros muchos idiomas –no siempre logra distinguirlos– que le rodean con opacidad locuaz y que han reemplazado las primitivas ediciones en español. Una muralla babélica de libros que le da la ilusión de estar escuchando, siquiera por contigüidad, la lengua de sus autores. Allí está su altar, y sus diversas compras no hacen sino darle lustre, toman en consideración el formato y el tamaño de los volúmenes, el colorido de los lomos y la combinación de autores y lenguas según una lógica interna que ha refinado sin piedad. Sigue leyendo en español, pero a la luz del libro original, el que no puede leer, ese que llegará cuando cierre el que tiene entre manos, mientras la expectativa de la espera se infiltra en su lectura hasta poseerla por completo.

viernes, enero 23, 2009

john burnside, «dos poemas»


SEÑAL DE STOP, CERCA DE HORSLEY

Humo en el bosque
igual que un personaje de película muda
que caminara junto a los raíles.

Una forma que reconozco; no es humo, o no es sólo el humo,
y tampoco es la nieve sobre los avellanos
o las huellas de un zorro entre el andén y los árboles,

sino el invierno, ni amigo
ni extraño, como la niña que a veces vislumbro

al alba, cerca de la barrera, con un vestido
de bayas y aguanieve, viendo pasar el tren.

*

PERDIDO

El bosque donde desaparecía
durante horas, aquellas tardes de domingo:

extraviado a conciencia, rastreando la hierba
en busca de la ágil comadreja,

detenido sobre mis pasos como quien se detiene
a percibir un eco. Perdido en el frescor

del verano, cruzando la frontera
donde la luz del sol se enredaba entre ortigas,

quería a la asesina
de colmillos rosados, la experta

improvisada, la memoria tribal de quien
se cuela en los corrales de la mente

y se planta con algo de mi propia
furia resplandeciente en la locura de las condenadas.


Trad. J.D.

jueves, enero 22, 2009

personas del verbo

Esa segunda persona que entre nosotros aclimató Cernuda (en «Nocturno yanqui», por ejemplo) y que algunos han imitado con mejor o peor fortuna, ese «tú» de suaves maneras que el «yo» adopta como máscara para hablar consigo mismo, ¿no es tal vez una forma sutil de convertir al lector en intruso o voyeur, de hacerle sentir como un entrometido que espía una conversación privada? Entre el «yo» y el «tú» se establece un abrazo férreo y exclusivo, una correspondencia biunívoca que hace de la tercera persona, de «él»/«ella» (un lector cualquiera), alguien no deseable, una figura para la que no hay lugar y a la que, como mucho, se tolera como visitante ocasional, sin derecho a réplica. Ni siquiera puede hacer de testigo ratificador porque es él, más bien, quien queda en entredicho por el poema, por esa violencia solipsista que gira velozmente como una espiral, soltando su látigo contra el resto del mundo. El lector se asoma a los versos como un niño a la disputa de sus padres, semioculto tras la puerta, y como un niño comprende el sentido de la discusión mucho mejor de lo que ellos creen. Pero nunca deja de sentirse como un intruso.

martes, enero 20, 2009

irremediable

Sólo cuando entendí que no había manera de ganarme su estima, dejé de farfullar incoherencias y hablé con un ingenio y una seguridad en mis palabras que aún ahora, años después, me hace encogerme de vergüenza.

lunes, enero 19, 2009

mervyn peake

Sospecho que Mervyn Peake (1911-1968) no tiene muchos lectores en España; por no tener, ni siquiera es un autor de culto con su correspondiente legión de conjurados. Y, sin embargo, para muchos de nosotros (en especial en el mundo de habla inglesa), su trilogía Gormenghast es uno de los hitos de la literatura fantástica del siglo pasado: un mundo oscuro y decadente, dominado por un enorme castillo en ruinas donde la noble familia Groan («quejido» o «gruñido» en español) vive entre una legión de sirvientes y los restos de su antigua magnificencia. Un mundo abigarrado y con el espesor y la penumbra de un bosque mítico, habitado por sospechas, intrigas y traiciones, envuelto en una bruma malsana que modela y difumina al mismo tiempo el perfil de Titus Groan, su protagonista. El libro está escrito en un inglés tan cuajado, tan denso y asfixiante como el mundo del que levanta testimonio, y es un prodigio de sutileza, capaz de narrar una acción trepidante sin que la atmósfera se resienta. En Gormenghast no hay magia ni raros prodigios; tampoco hay seres fantásticos ni temibles anillos de poder. Sus protagonistas son simples seres humanos atenazados por el peso de un tiempo inmemorial y, sobre todo, el gran castillo de Gormenhast, tan vivo y misterioso como sus habitantes, genuina fuerza demoníaca cuyos inmensos pasillos y estancias son como tentáculos que recorren todas y cada una de las páginas del libro.

La trilogía se puede encontrar en español en Minotauro, aunque tengo la sensación de que está descatalogada. (Hablar de trilogía, en realidad, no es del todo exacto, pues a la muerte de Peake se encontraron notas y borradores para otras dos novelas de la serie. Además, la tercera novela, Titus Alone, quedó inconclusa y se publicó póstumamente sin el permiso expreso de su autor.)

Además de escribir Gormenghast, Peake fue un espléndido ilustrador, grabador y poeta. Recuerdo haber comprado hace años, en una librería de viejo de Sheffield, sus Selected Poems publicados por Faber & Faber en 1972: una poesía agónica y doliente, de raíz expresionista, que enlazaba por igual con Blake y el metafísico Andrew Marvell. Ya entonces me tentó traducir algún poema, pero ha tenido que pasar más de una década para dejarme seducir de nuevo por el libro. Los primeros frutos son «Lo inmenso es lo que nunca aprenderemos» y «En momentos de penumbra», que relata la lucha del autor con sus fantasmas, esos monstruos que recorren los largos corredores de Gormenghast hasta emerger, con distinto nombre y aspecto, en sus ilustraciones de Alicia en el País de las Maravillas, Casa desolada de Dickens o La rima del antiguo marino de Coleridge. (En la imagen, la portada de la primera edición de Titus Groan, la novela inaugural del ciclo, diseñada por el propio autor.)


En momentos de penumbra

Es en momentos de penumbra cuando distingo
desamparados monstruos descollando en mi mente.
Si la tierra estuviera alumbrada con lámparas
se me vería siempre junto a ellos.

Incluso a pleno sol les escucho clamar
a las puertas de mi cerebro, con radiantes
harapos envolviendo sus cuerpos magullados,
y en su frente un rubí como una herida.

*

Lo inmenso es lo que nunca aprenderemos

Lo inmenso es lo que nunca aprenderemos.
Pues no se nos enseña a nacer ni a morir
ni cómo arder
de amor
qué penoso nuestro regreso obligatorio
a esas pequeñas cosas de las que somos dueños.


Trad. J.D.

domingo, enero 18, 2009

visita del reptil

Esta mañana, mientras pasaba junto al trecho de acera donde mi hija y yo nos dimos un buen golpe hace días (una placa de hielo que, pese a todas nuestras prevenciones, terminó haciéndonos caer cómicamente al suelo), el brazo resentido me dio un pinchazo de aviso, como si lo recordara. No es la primera vez. Recuerdo, también no hace mucho, el eco de un tirón muscular mientras cruzaba la calle donde lo había sentido sólo tres días antes. Ciclos corporales que se reiteran con el lugar y que por alguna razón misteriosa coexisten con esos otros, más a largo plazo, que se despliegan en el tiempo. En realidad, todo en ellos es misterioso. Sólo queda consignarlos, mentalmente o por escrito, como ahora. Y desear que ese cerebro de dinosaurio que al parecer sigue alojado y activo en nuestro interior limite su influencia a estas pequeñas y ocasionales bromas privadas.

viernes, enero 16, 2009

nieve 3


Las huellas que dejaste
aquella tarde
sobre la nieve primeriza
siguen frescas aún
en esta página.



(c) Tomo.Yun

miércoles, enero 14, 2009

seamus heaney en el cba


Ya es oficial, o al menos ya podemos confirmarlo. Seamus Heaney estará en el Círculo de Bellas Artes de Madrid [Sala Ramón Gómez de la Serna] el jueves 5 de febrero a las siete y media de la tarde. El enlace con toda la información, aquí.

Y para celebrarlo, aquí va este poema antiguo, el que abre uno de sus mejores libros, Field Work (1979). Apetecible desde el título mismo. Y un buen ejemplo de su ejemplar «mala conciencia», ese intento por ser fiel al impulso lírico sin perder de vista los imperativos de la realidad, el peso de la historia. Buen provecho.


OSTRAS

Nuestras conchas tintineaban en los platos.
Mi lengua era un estuario creciente,
de mi paladar pendía luz de estrellas:
mientras probaba las saladas Pléyades
Orión metió su pie en el agua.

Vivas, violadas,
yacían en sus lechos de hielo:
bivalvas: el bulbo hendido
y el suspiro galante del océano.
Forzadas por millones y desbulladas y esparcidas.

Habíamos viajado hasta esa costa
entre flores y rocas de caliza
y allí estábamos, brindando
por la amistad, fundando un recuerdo perfecto
junto al frescor de la vajilla y los techos de paja.

A través de los Alpes, empacadas en nieve y heno,
los romanos mandaban sus ostras al sur, a Roma:
vi cestas húmedas verter
el hartazgo del privilegio,
la fronda de sus labios, su salmuera picante.

Y me enfadó que mi confianza no pudiera apoyarse
sobre la clara luz, como la poesía o la libertad
entrando desde el mar. Me comí el día
a conciencia, para que su regusto
me llevara en volandas a ser verbo, puro verbo.

Trad. J.D.

nieve 2


Le di a probar a mi hija un poco de nieve posada sobre unas hojas de laurel, un puñado de nieve que seguía fresca después de la helada nocturna. Acercó los labios y mordió confiada, con atrevimiento, hasta que el disgusto la hizo apartarse: «¡Sabe a verde, papá!». Sí, una destilación del verde, como si la savia olorosa del árbol se hubiera filtrado gradual y secretamente en los cristales de la nieve. Un licor amargo, lleno de aristas, áspero y punzante como el frío.

martes, enero 13, 2009

nieve

Aún quedan restos de la nevada en las acequias y los caminos de arena y gravilla del parque. Pero lo que piso cada mañana de camino al trabajo no es nieve: una pasta dura y manchada de tierra y huellas y hojas muertas, un fósil de los copos ligeros y abundantes que nos visitaron hace días. La nieve sólo existe en realidad cuando cae, cuando acaba de caer y de posarse y es un milagro efímero que la lluvia o la helada o los pasos de los hombres no hemos arruinado aún.

lunes, enero 12, 2009

en el parque 6

El jardinero que esta mañana, con el canto de su pala, golpeaba con insistencia la placa de hielo, cada vez con más fuerza, no porque quisiera limpiar el trecho de parque que le había tocado en suerte sino por simple aburrimiento, por entretener la espera mientras sus dos compañeros terminaban de fumarse su cigarrillo. Empezó a golpear con tanta saña que hasta ellos se giraron hacia su colega y esbozaron un gesto pidiendo calma, pero al verme se detuvieron, como llevados por un sorprendente espíritu gremial. El ruido de la pala contra el hielo era aún más atronador contra el silencio de fondo del parque, casi desierto a esas horas, como si el silencio le hubiera provocado un rencor vengativo, la necesidad de romperlo sin piedad. Como si el silencio mismo fuera una afrenta, algo tan hostil como el frío o la espera por sus compañeros.

sábado, enero 10, 2009

coloquiando

Con motivo de la publicación de La vibración del hielo, Ángel Gómez Espada ha tenido la gentileza de hacerme una entrevista para el nuevo número de la revista virtual El coloquio de los perros. Considerando la pereza que me produce explicarme por extenso (la he tenido en mi escritorio, sin contestar, casi dos meses), creo que no ha quedado del todo mal, aunque se nota que las respuestas estás escritas y no habladas. Les falta esa frescura de la charla, esa tensión inconfundible de lo que improvisamos sobre la marcha. Por lo demás, ha sido una buena oportunidad para poner en claro algunas ideas. Vaya una cosa por la otra.

viernes, enero 09, 2009

sobre la traducción poética

Miguel Barrero cuenta en su bitácora, con bastante más gracia que yo, una anécdota reciente que viví en Argelia y que podría entrar a formar parte de un posible anecdotario de la traducción poética. Cosas que le pasan a uno cuando hace de viajante de su propia poesía.

(Por cierto, me asombra y me conmueve la retentiva de Miguel, considerando que la anécdota se relató en un bar de Cimadevilla a las tres de la mañana. Y no, la foto no es de ahora, lo menos tiene once años. Ay esas gafas!)

miércoles, enero 07, 2009

nuevo comienzo

Hay que hacer un esfuerzo de la voluntad para emerger nítidamente de la luz incipiente del amanecer y grabar en ella nuestros rasgos, la estela de nuestros gestos y decisiones. De otro modo se corre el riesgo de avanzar por las horas sin criterio cierto, amenazado una y otra vez por la incertidumbre, el desleimiento, como bultos que van y vienen entre la bruma sin forma definida. Como una moneda que no termina nunca de acuñarse y se funde en la palma sudorosa. Entonces, sin divisa, ¿qué decir que importe, cómo dialogar, qué forma de trueque nos permitirá ocupar un sitio entre los demás?

martes, enero 06, 2009

un poema de charles simic


Descripción de algo perdido

Nunca tuvo nombre,
y tampoco recuerdo cómo lo encontré.
Lo llevaba en mi bolsillo
como un botón perdido,
aunque no era un botón.

Películas de vampiros,
cafeterías abiertas toda la noche,
bares oscuros
y salas de billar
en calles aceitadas por la lluvia.

Llevaba una existencia tranquila y anodina,
igual que una sombra en un sueño,
un ángel en un alfiler,
y entonces lo perdí.
Los años transcurrieron con su hilera

de estaciones sin nombre,
hasta que alguien me dijo, «Es ésta»,
y, estúpido de mí,
me bajé en un andén desierto
sin ninguna ciudad a la vista.


Trad. J.D.
.
A veces me parece que todos los poemas de Charles Simic (1938) son, en realidad, el mismo poema, la celebración de un mundo nocturno y desastrado, una fantasmagoría cruzada de claves pictóricas y cinematográficas y de un omnipresente humor negro que en ocasiones deriva en ironía o sarcasmo. Con el tiempo, lo narrativo ha ido cobrando preeminencia, pero siempre dentro de una estructura trunca en la que algo irradia misterio desde una ausencia que nadie (y mucho menos el poeta) logra explicarse.

lunes, enero 05, 2009

un poema de stephen romer


COLERIDGE SOBRE MALTA

... un deseo de retirarme a la piedra y no moverme,
o diluirme en los vientos y no tener existencia individual...

Petrificado por el rostro de la Górgona
blandido cada noche

y caminando solo
hacia lo de costumbre

–adicción y añoranza
y pérdida insalvable–

¿cómo podría el corazón
no endurecerse con el tiempo,

o adoptar una forma granítica
en el dominio de Medusa

más allá de la injuria,
tallado por la lluvia

y el viento indiferente
asolando la isla?

*

Tan dispuesto al deleite
no obstante

cuando aparta de sí
lamentos lastimeros

un lagarto
o una estrella fugaz

como signos o maravillas
le enardecen


Trad. J.D.


Stephen Romer (Hertfordshire, 1957) es profesor en la Universidad de Tours (Francia). Sus libros de poesía incluyen Idols (OUP, 1986), Plato's Ladder (OUP, 1992) y Tribute (OUP, 1998), del que se ha tomado este poema. Ha traducido a Philippe Jaccottet, Jean Tardieu y Jacques Dupin, y ha editado la antología 20th-Century French Poems (2002). Su libro más reciente es Yellow Studio (Carcanet, 2008), finalista de la última edición del T. S. Eliot Prize.

domingo, enero 04, 2009

cuarto de juegos

Sacábamos los juguetes del armario y nos tirábamos sobre la alfombra: piezas de madera y plástico para armar, muñecos a los que les faltaba un brazo o una pierna, coches vagamente despintados que hacían toda clase de piruetas en nuestras manos antes de chocar con estruendo. Podíamos estar horas absortos, sin necesidad de nadie. El pasillo a nuestra espalda, haciéndonos compañía con su amenaza latente. El reflejo del patio de vecinos en los cristales de la ventana. Los ojos habituándose a la oscuridad gradual hasta que algún adulto encendía la luz sin permiso. Un poco el ensayo general de la vida.

sábado, enero 03, 2009

4 retratos

Tanto y tan largamente le padecieron sus diarios que terminaron vengándose de él.

*

Busca autores a los que imitar, pero para decir lo contrario que ellos.

*

Fue un escritor alguna vez, pero ahora es un sirviente: tiene respuesta para todo.

*

Él escribe para ir librándose del peso de sus recuerdos. Pero sucede que los cuenta tan bien, con palabras tan justas, que ya no consigue quitárselos de la cabeza.

viernes, enero 02, 2009

ah look at all the lonely people

Nadie le esperaba en ningún sitio, pero caminaba siempre con prisa, con aire apurado, como si algo o alguien necesitara de su presencia en la otra punta de la ciudad. Así disimulaba su soledad, así la iba consumiendo lentamente. Pero algo le delataba: un quiebro estrábico en el rabillo del ojo, un paso caprichoso o fuera de compás, la sonrisa abstraída de quien ha visto algo y sólo se tiene a sí mismo para compartirlo; enfilaba siempre el camino de un adoquín suelto o del charco más suntuoso para sortearlo en el último momento.